UN MIRAR HACIA EL DOLOR Y EL DUELO.

Duelo y dolor

Psicoterapeuta: María Eugenia Laguna Soto

A lo largo de estos dos años podríamos decir que las personas han vivido una serie de pérdidas algunas más significativas que otras. Pérdidas como la de seres queridos, pérdidas como la de personas no tan cercanas pero que traen un impacto similar por ser conocidos, sea por su edad o por la significancia de los hechos y de con quienes empatizamos.

También se han presentado pérdidas más abstractas. Pérdidas como las del trabajo, la ruptura de un noviazgo o el alejamiento de un amor. Pérdidas como el dejar nuestros planes de viaje, de proyectos e inversiones o simplemente estancamiento de sueños.

Todos estos eventos traducidos o no como pérdidas, unas más significativas que otras, le siguen una serie de experiencias al interior de la persona que pueden afectar su sentido de vida en cuanto a significado y propósito.

Para la Tanatóloga Elisabeth Kübler – Ross (1969) nos dice que las reacciones a la pérdida son experiencias únicas en cada persona y que el duelo es tan propio como nuestra propia vida. El cómo las personas vivencien sus pérdidas y elaboren sus duelos pueden afectar su calidad de vida futura.

E. Kübler – Ross dividió al proceso de duelo en 5 etapas: Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación. Estas etapas pueden manifestarse en ese orden o no necesariamente. La recuperación dependerá en gran medida de como la persona lleve su proceso y lo incorpore como una negociación con la vida para alcanzar el equilibrio. Al ser una experiencia dolorosa y única, la hace más compleja y cada quien lo vivenciará de una forma peculiar.

Sin embargo, no estamos hechos para el dolor y si sumamos que estamos inundados de una corriente positivista en donde es el placer quien le da sentido a la existencia y el dolor no tiene cabida, hace a este proceso más intolerante.

Bregar con el dolor requiere de la persona fortaleza y valentía que dará como fruto el crecimiento personal. Darle cabida al dolor y conectar con él es parte del proceso y un reto de estoicismo para el ser humano post pandemia. Por el contrario, evadirlo como un mecanismo de defensa sólo lo posterga y abre una ventana a la angustia, la ansiedad o peor aún a la depresión.

El hablar de lo que fue, paso y como pasó es parte de bregar con el dolor; darle un espacio y una temporalidad en nuestra vida cotidianidad, nos conecta con el dolor y le da un lugar como una forma de aceptación. Cuando nos negamos a esto por miedo al sufrir, regresará más tarde cual búmeran con un dolor magnificado. Se corre el riesgo de un quebrantamiento emocional activado por una siguiente pérdida de igual o menor significancia.

Las pérdidas no resueltas pueden manifestarse de muchas formas. Apegos a animales (sean o no mascotas), objetos, recuerdos, etc. son algunos ejemplos. Pueden generar conductas compulsivas (acumuladores, atracones de comida, etc.), conductas de riesgo, conductas adictivas, promiscuidad, relaciones casuales y/o superficiales, hipersensibilidad a la pérdida, etc.  Acudir a un especialista en psicoterapia sea individual y/o familiar es lo conveniente para ayudar a superar el proceso.

Referencias Bibliográficas

Kübler-Ross, E. (1969). On death and dying. New York: The Macmillan Company.

Sordo, P. (2012). Bienvenido dolor. Santiago: Editorial Planeta.

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